QUE RELUCE MÁS QUE EL SOL
Manuel Parra Celaya. Estoy escribiendo estas líneas en domingo, cuando, para los católicos, se celebra la festividad del Corpus Christi, trasladado hace años de su día primitivo, el jueves posterior a la Trinidad; el calendario civil y el religioso entraron en colisión y, como es lógico en una sociedad secularizada -y lamentable en un ambiente político laicista como el que vivimos- ganó el primero y se subordinó el segundo. Quedó como simple recuerdo el dicho popular de los tres jueves del año que relucen más que el sol. Con permiso del respetable y de la autoridad eclesiástica competente, dado que uno ya está más que entrado en la década de los setenta y posee buena memoria, no puedo menos que evocar aquella celebración del Corpus de antaño, todavía en jueves.
ENTRE ELECCIONES y “Entre visillos”
Manuel Parra Celaya. Va a ser inevitable que el avezado lector encuentre un fácil paralelismo entre el título que encabeza estas líneas y el de la famosa novela de Carmen Martín Gaite “Entre visillos”, y no le va a faltar razón; la misma sensación de vulgaridad y de aburrimiento que se respira en el ánimo de las protagonistas de la obra está tiñendo ahora lo que, en otros momentos, era calificada por los más entusiastas como la gran fiesta de la democracia. Si la convocatoria del pasado 28 de mayo se presentaba a todas luces como una preparación o anticipo de las generales, señaladas en origen para finales de año, ahora la cita adelantada, de forma apresurada pero no menos calculada por el autócrata de La Moncloa, la convierte en un verdadero plebiscito, bajo el lema casi apocalíptico de ellos o nosotros.
DE FÚTBOL, RACISMO Y DIGNIDAD
Manuel Parra Celaya. Les doy mi palabra de honor que, como totalmente ausente física, mental y anímicamente del ámbito del fútbol, no sabía quién era Vinicius hasta que las portadas de los medios me informan de la trifulca que se ha montado a raíz de los gritos en el estadio del Valencia. Me viene de muy lejos esta ignorancia y desapego, pues, hace muchísimos años, escandalicé a un auditorio al preguntar quién era un tal Cruyff del que tanto se hablaba… Ahora me he enterado (no de Cruyff, sino de Vinicius), pues el asunto ha cobrado eco internacional con la intervención del presidente del Brasil, que lo ha convertido en un tema de Estado, ha llamado a consultas a nuestro embajador y ha aprovechado para endilgarnos a los españoles la acusación de racismo, en un hueco en su agenda que le ha dejado su acercamiento a China y pasado el disgusto por no haber sido el artífice de la paz en la guerra de Ucrania; ha llevado, incluso, el tema a lo divino, mandando dejar a oscuras la imagen del Cristo de Río de Janeiro, cosa que tampoco es extraña en un ámbito que casi lleva a los altares a Maradona.
¡BIENVENIDOS, TURISTAS! “Deja que los guiris se duchen dos veces al día”
MANUEL PARRA CELAYA. Junto al Parque Güell de Barcelona, leo una pintada más sobre el turismo: “Deja que los guiris se duchen dos veces al día”; evidentemente, quien lo ha escrito pretende concienciar a la ciudadanía del problema de la sequía que nos agobia y, sobre todo, cargar contra el turismo que, conforme se acerca el verano, forma colas para visitar aquel monumento (previo onerosa entrada al Ayuntamiento), va llenando mi ciudad y supongo que todos los rincones de España. La frasecita de marras es original y sustituye a la manida de “tourists, go home”, abundante también en aquellos y en otros parajes.
He de confesar que no seguí en los medios los fastos de la coronación
Manuel Parra Celaya. Mea culpa. He de confesar -sin el menor dolor por mi pecado ni arrepentimiento alguno- que no seguí en los medios los fastos de la coronación de Carlos III, ni sus preparativos ni sus colofones, y eso que intentaban bombardearme desde la pantalla y el papel de forma inmisericorde. Me consta que este desprecio por mi parte puede entrar de lleno en eso que llaman modernamente pecado social, pues fui insolidario de manera absoluta con miles o millones de mis compatriotas de España y del resto de Europa (ya saben, como dijo Eugenio d´Ors, “soy un ciudadano romano”).
PREVENIR CON VALORES
Manuel Parra Celaya. De nuevo, la noticia de la tragedia nos llegó desde los informativos del mediodía: un nuevo caso de suicidio de un chaval, posiblemente causado por el acoso escolar de sus compañeros de aula. Nunca nos podremos acostumbrar, y Dios quiera que sea así y no se relajen nuestras conciencias. Intentemos -dentro de lo posible- separar ambos elementos, la consecuencia y la causa, sin que ello represente quitar tintes dramáticos a esta y trágicos a aquella, en el bien entendido que, para las dos, habrá que buscar explicaciones en muchos ámbitos, en el de la psicosociología y en el de la pedagogía, en su doble aplicación en la escuela y en la familia.
Sobre Fernando Sánchez Dragó: “¡Qué sorpresa tendrá cuando vea que Dios existe!”
Manuel Parra Celaya. En medio de la alegría de la Pascua nos ha llegado la noticia del fallecimiento de Fernando Sánchez Dragó. Acaso pueda aplicársele a él lo mismo que alguien dijo en la muerte de Pío Baroja: “¡Qué sorpresa tendrá cuando vea que Dios existe!”; y añadimos nosotros el ruego de que ese Dios que ha resucitado a su Hijo le haya perdonado sus dudas y titubeos, sus veleidades de creyente, sus excentricidades, y lo acepte en su seno. La última noticia, en lo público, que tuvimos de él fue su papel de inductor de la presencia de Ramón Tamames ante un Parlamento que, en la inmensa mayoría de sus componentes, era incapaz de entenderle y mucho menos de aceptar su crítica firme y respetuosa; la última noticia, en lo privado, fue la de un simpático vídeo -pocas horas antes de su muerte- con gato Nano encaramado sobre su cabeza, pues el animalito sabía que “en la cabeza está el secreto de casi todo”; y la cabeza es lo que más falta en esta España que vuelve a usarla, como decía el poeta, más para embestir que para pensar.
ROSAS Y LIBROS, LA PRIMAVERA Y SUS CONTRASTES
Manuel Parra Celaya. El día de las rosas y los libros, esto es, el 23 de abril, fiesta patronal catalana y aragonesa por Sant Jordi o San Jorge, que tanto monta; asimismo, es la conmemoración del fallecimiento de Miguel de Cervantes y, según algunos cálculos del calendario, de William Shakespeare. Día pleno de primavera estacional -que no política, por desgracia- en el que todos miramos al cielo ad petendam pluviam, acaso para llevar la contraria a los agoreros del cambio climático. En esa festividad, es costumbre que el enamorado regale una rosa a su amada y esta le corresponda con un libro; no se nos escapa un cierto tufo de machismo ancestral en esta tradición; para remediarlo, de forma cada vez más frecuente, las señoras o señoritas reciben, junto con la flor, el correspondiente ejemplar salido de la imprenta. No sería nada extraño, sin embargo, que, con los tiempos que corren, hubiera serias dudas acerca de los destinatarios de ambos obsequios en razón del género, aunque confiamos que esto no merezca una ley del Ministerio de Igualdad en el BOE, una vez que sus titulares han asumido el trágala del acuerdo PSOE-PP (o viceversa) sobre la ley del solo es sí es sí, aunque, eso sí, sin que se hayan dado ni por asomo dimisión de poltronas.
SOSIEGO TRAS LA VEHEMENCIA
Manuel Parra Celaya. Pues no voy a ser menos. He leído bastantes artículos sobre la moción de censura y me doy cuenta de que aún colea, en contra de las opiniones despectivas suscitadas a priori, y ahora me toca a mí escribir sobre el tema. Empezaré diciendo que, en contra de mi costumbre, seguí con interés las intervenciones, especialmente la del candidato, que era el único que tenía algo de interés que decir a Sus Señorías y a una buena parte de los españoles pensantes. De don Ramón Tamames se puede discrepar con elegancia, pero no desde la estulticia, esa que sobreabunda en el hemiciclo. Como ya es conocida suficientemente su intervención, me limito a formular, desde el sosiego, una síntesis muy personal de mis pensamientos, una vez pasada la vehemencia, producto de la indignación que me causó escuchar a sus oponentes. Acudo a un modo casi telegráfico para informar al lector de mis impresiones.
Los niños y jóvenes de este momento -generalizando quizás injustamente- son los que más sufren este choque del relativismo
Manuel Parra Celaya. No creo que nunca podamos acostumbrarnos a que en todas las cabeceras de los informativos de la televisión o en nada recónditas páginas de los periódicos nos lleguen noticias alarmantes sobre niños y jóvenes como protagonistas de delitos o de suicidios. Lo primero que se nos ocurre estos hechos van a contra la propia naturaleza de esas edades, que podrían tener alguna explicación -no justificación- en un mundo de adultos desquiciados, pero nunca en momentos en que la vida, quizás de un modo algo tópico, se abre a un cúmulo de expectativas y de ilusiones.