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China es la gran ganadora, al erigirse en la única alternativa económica de Rusia

Claves para entender la actual guerra de Ucrania

José Luis Orella
En estos días vemos imágenes de la guerra de Ucrania, donde las tropas rusas entraron recientemente. La restricción de la información se impone, como en la guerra del golfo, y la ausencia de corresponsales sobre el terreno facilita los fakenews. Las tropas de elite rusas van tomando sus objetivos, pero la ausencia de respaldo de tropas regulares de segunda línea, permite que puedan perderlos con facilidad. Por el lado ucraniano, la llegada de armamento antiblindado británico ha frenado la ofensiva rusa, y la llegada de los stingers germanos obligaría a los helicópteros y drones rusos a evitar el cielo ucraniano. La entrega de armamento ligero a la población civil, es para provocar la creación de una resistencia contra la invasión, pero esas iniciativas favorecen una fuerte represión, que los rusos pretenden eludir para no perder el apoyo social de los ucranianos prorrusos. Los objetivos de los rusos se están centrando en la ocupación del sur y oriente ucraniano, donde disponen de un apoyo social, y cuya anexión permitiría mantener el área de seguridad del “mundo ruso” que Vladimir Putin utiliza en sus discursos. No obstante, las alusiones a su arsenal nuclear y a las consecuencias de la posible entrada de Suecia y Finlandia en la OTAN, resaltan su aspecto más agresivo, dando argumentos de verosimilitud a las palabras del primer ministro polaco, sobre la tradición expansiva del imperialismo ruso. Polonia, por su seguridad, siempre ha favorecido la formación de una cortina de países soberanos entre el gigante ruso y su país.
A nivel histórico, Ucrania ha sido históricamente un territorio indispensable para el imperio ruso, convirtiéndose en el principal proveedor de trigo y base estratégica durante el siglo XIX en la anexión del Cáucaso. La experiencia de una Ucrania independiente surgirá en la Primera Guerra Mundial, bajo la invasión de las tropas germano-austrohúngaras. Sin embargo, en diciembre de 1922, Ucrania quedará incluida en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. La región sufrirá la fuerte hambruna que asoló el sur de la URSS, que en Ucrania es denominada Holodomor, y es visto como un genocidio contra su pueblo, aunque fueron víctimas también otros pueblos de la antigua URSS, como kazajos y los propios rusos. Durante la Segunda Guerra Mundial muchos ucranianos recibieron a los alemanes como liberadores, colaborando con ellos y masacraron a polacos y judíos en las regiones de población mixta. Tras el triunfo de los aliados, volvió a pertenecer a la URSS, incluyendo la región del Lvóv que siempre fue polaca o austro-húngara. La disolución de la URSS provocó la aparición de una Ucrania independiente, que recobró el discurso nacionalista y potenció las características de su nacionalidad perseguida. En esta nueva fase, en las elecciones presidenciales, los resultados siempre confirmaron la partición política del país. Las provincias occidentales y la capital, Kiev, como zonas más próximas a Europa y deseosas de formar parte de la Unión Europea. Por el contrario, la península de Crimea, la zona de Dombass, la región vertebral de las provincias orientales, zona industrial, afectada por el cierre de las minas de carbón y ruso-parlantes, por la presencia de una población e diferentes orígenes, que vivían en unos territorios que nunca dejaron de pertenecer a Rusia, porque sus ciudades proceden de las colonizaciones de Catalina la Grande, cuando anexionó el territorio en el siglo XVIII. Antes era un territorio castigado por los tártaros en la búsqueda esclavos para el mercado otomano.
El origen de la crisis se inició cuando en noviembre del 2013, el presidente ucraniano, Víktor Yanukóvich decidió retirarse de la firma de un Acuerdo de Asociación con la Unión Europea para proceder a su integración en la Unión Eurasiática promovida por Rusia. Eso provocó las protestas de Maidan en Kíev, que concentraron a miles de personas y desembocó en violencia, que contaron con el apoyo de activistas de asociaciones vinculadas a los Estados Unidos, incluso de políticos reconocidos como el senador John McCain. El presidente Yanukóvich abandonó el poder, huyendo a Rusia el 22 de febrero del 2104, después de dos días de violencia que costaron la vida a 88 personas. El nuevo poder, en clave nacionalista prohibió la cooficialidad del ruso y del resto de lenguas de otras minorías. Las protestas y los incidentes violentos entre nacionalistas y prorrusos se sucedieron en la región oriental del Donbass y en el sur. Aquello desembocó en una guerra abierta entre las provincias orientales, que acabaron secesionándose, y formando las repúblicas del Donetsk y Lugansk, apoyadas directamente por Moscú, y el gobierno de signo nacionalista ucraniano, de los Estados Unidos.
El nuevo gobierno prooccidental significaba la separación definitiva de Ucrania y Rusia y la pérdida definitiva de Rusia de su categoría como potencia mundial, como había predicho Zbigniew Brzezinski, antiguo consejero nacional de seguridad del presidente Carter, en su libro El gran tablero mundial. Sin embargo, un deslizamiento de Ucrania, definitivo hacia occidente, con su integración en la OTAN, podía provocar que Rusia se sintiese amenazada, ante el avance imparable de la OTAN en su antigua área de influencia, con armas mirando claramente hacia sus puntos estratégicos. Desde el año 2000, los medios estadounidenses han financiado y organizado ONGs y diferentes asociaciones que han formado a los principales dirigentes de los grupos de oposición y de protesta que desencadenaron la caída de varios gobiernos, empezando por el yugoslavo de Milosevic, o como sucedió con la revolución naranja en Ucrania en el 2004. En el 2018, triunfó una segunda oleada en Armenia, pero fracaso en 2020, en su intento de derribar al mandatario de Bielorrusia y en Kazajstán, en el 2021, donde el ataque fue protagonizado por antiguos yihadistas formados en la guerra de Siria, que intentaron instrumentalizar una concentración contra la subida de los precios del gas, a su favor.
La presidencia demócrata de Joe Biden, se ha caracterizado por la belicosidad de su discurso antirruso, que le llevó semanas antes del estallido de la guerra, hacer declaraciones acusando a Rusia de posible invasión, con día y hora programados, y presionando a sus aliados para aumentar las fuertes restricciones económicas que ya Rusia sufría por su anexión de Crimea en el 2014. La suspensión alemana de la futura apertura del Nordstream 2, acompañada de una nueva ola de medidas de castigo económicas fueron respondidas por el presidente ruso con una invasión de Ucrania, en la cual, de momento, sólo se ven dos claros vencedores de esta crisis. EEUU que gracias a su presidente ha conseguido que la Unión Europea cierre su dependencia gasista de Rusia, y lo haga del mucho más caro estadounidense, licuado, y transportado en barcos metaneros. Además, de la compra de armas estadounidenses que se ha multiplicado en la región, como la promesa del aumento del presupuesto de defensa alemán por encima del 2 %, y la guerra de ucrania que ha provocado el envío de sus productos en stocks a crédito.
Para Rusia, el control de Ucrania significa recuperar las antiguas fronteras del mundo ruso, y reafirmar a su país como una potencia mundial, por la presencia de su fuerte arsenal nuclear, pero que puede transformarse en un nuevo Afganistán, con una fuerte caída de su popularidad dentro de su país. No obstante, el castigo económico seguirá manteniendo a una sociedad empobrecida, y a un país ya entregado a los intereses chinos para sobrevivir. China es la gran ganadora, al erigirse en la única alternativa económica de Rusia. Por el contrario, la Unión Europea pierde una vez más una oportunidad de ser potencia, volviendo a su posición subordinada de los intereses estadounidenses.  
 

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